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sábado, 20 de mayo de 2017

LA MAGIA DEL CORAZÓN EN EL HOSPITAL

Enfundado en mi “sabana” de aprendiz de mago me propuse invocar la Alta Magia Blanca del Corazón en el pequeño set de Oncología Infantil del H.U. Virgen de la Arrixaca.
Desde hace unos cuantos años soy coordinador y participante de los Proyectos de Arte en las Aulas Hospitalarias: "Martes con Arte" y "Maleta de Colores", que se desarrollan el el Morales Meseguer y Virgen de la Arrixaca, en Murcia, y el Santa Lucía en Cartagena.
Como el tema propuesto iba de la Edad Media me presenté de cierta guisa de atuendo merlinesco, tratando de evocar algo de esa época.



La Magia es esa actitud personal que nos saca de lo ordinario, que nos permite ver y mirar diferente, apreciar lo extraordinario. El atuendo luego es lo de menos. Lo que aporta Magia de verdad es cómo enfocamos las cosas; ese es el secreto de los viejos alquimistas: convertir el plomo en oro.
Como uno no sabe ciertamente qué se va a encontrar en el hospital me venía a la cabeza aquello de: “¿Qué podemos aprender de esta sesión en Oncología?”
Acompañado de la Hada Madrina Ana Jara, que en el mundo no mágico es la maestra del Hospital, fuimos visitando a los niños hospitalizados, entrando de sopetón en la problemática diaria de cada uno de ellos: las fiebres y malestares, intervenciones, convalescencias, vías, cansancios…
Los niños tienen esa capacidad (que a los mayores se nos antoja épica) de afrontar las situaciones sin especular demasiado o asumiéndolas con una enorme naturalidad. Como decía uno de los papás acompañantes: “Es impresionante lo que uno aprende cada día de mi hija”.
Por eso en el contexto que imponen los procesos de hospitalización a niños y padres, los docentes estamos para acompañar desde el corazón; sobre todo en estos contextos en los que la exigencia académica está de más en la mayoría de los casos. Hay cosas más importantes en juego, desde luego mucho más esenciales.
Y tal vez podemos plantearnos en el hospital recuperar en la docencia la mirada a las personas y no verlas como objetos curriculares. Mirar a los niños, aprender con ellos, de su autenticidad, de su nobleza, de su sencillez y profundidad para acompañarlos en abordar estos retos existenciales de la enfermedad que no se nos antojan nada fáciles a los adultos.
Ana Jara es un Hada, entra directa al corazón en cada habitación, empatizando con los niños y mamás. Esa es su mirada pedagógica (¿Cuál podría ser , sino ésta, en el ámbito hospitalario?).
Llevaba planteado el trabajar a partir de los personajes conocidos de los cuentos clásicos de la Edad Media: la princesa, el caballero, el dragón…
Y ver qué podíamos profundizar con ellos desde las fortalezas humanas, los valores, los roles de cada uno, sus búsquedas y sus recompensas…
Luego estás en la pequeña salita, sentado a una misma mesa con estos niños, y te dejas llevar; la propuesta es secundaria. Hay que amoldarse a lo que hay, sentir qué se necesita aportar sin rigidez ni presiones.
Desde el enfoque de arte terapia lo importante es, más que el resultado, el proceso. No me preocupa qué va a terminar saliendo, sino qué se vive internamente en el proceso.
Comenzamos a pintar cómo nos sentimos, conectando con la auto conciencia, con las emociones, invitando a todas ellas (hasta las emociones desagradables tienen algo que enseñarnos). Uno podía notar rápidamente como los niños se conectan fácilmente con su contenido interno, asumiéndolo muchos de ellos sin angustia, con total aceptación.
Luego hicimos un poquito de Mindfulness a partir de la actitud de la tortuga, que se mete dentro de su caparazón cuando siente miedo. Cuando nos sentimos mal podemos cerrar los ojos y meternos dentro para observar qué nos pasa y abrazar esas emociones incondicionalmente.
Y después sí, pintamos dragones, guerreros y princesas con acuarela. Aprendimos alguna técnica húmeda con ellas y pasamos un rato divertido y consciente de uno mismo, que ya es mucho.
La sensación es que tanto a los más pequeños como a los mayores la sesión les aportó eso mismo que el arte o los cuentos nos aportan de manera simbólica e inconsciente: aceptar que somos los héroes de nuestro “cuento”, que es la vida y llevar a nuestro héroe a salir airoso de las tribulaciones y circunstancias.







 Lo que me llevo de esta sesión en Oncología, en nuestro programa de Maleta de Colores, es que la Magia surge de la cualidad interna que ponemos en lo que hacemos. Y cuando ponemos junto a la mente el corazón se produce Magia porque la Vida nos aporta regalos, estamos abiertos a encontrar lo mejor de los demás y lo mejor de uno mismo dándose la mano.
Todo se transforma así, desde lo mejor de cada uno.
¿Podríamos llevar esa Magia, fuera del hospital, a los coles e Institutos para que profesores y alumnos puedan sentir esa magia, dar lo mejor de sí y ser felices el rato que pasan en las aulas?

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