En el corazón del docente se ubica el corazón de la
educación. Por encima de metodologías, prácticas y herramientas, la Presencia
del docente en el aula es LA HERRAMIENTA, con mayúsculas.
Entiendo por Presencia la manera de estar, ver, ser y vivir
en el aula.
El corazón de la educación está siempre en las personas:
familias, alumnos, docentes…
Corazón como centro rector e impulsor.
Cambiar la educación pasa por cambiar la mirada y la Presencia del
docente
Si queremos adecuar nuestro obsoleto sistema educativo a las
necesidades de los tiempos actuales hay que invertir en el docente.
Y no me refiero con ello a más formación instructiva.
La Educación es sobre todo lo demás un encuentro entre
personas.
El docente ha de hacer todo un ejercicio de revisión y
transformación personal para ser líder de sí mismo.
Esa adecuación interior lo capacita para ser líder de sus
alumnos.
Ese liderazgo es sobre las propias emociones, reacciones,
miserias, traumas, necesidades y deseos. Se trata básicamente de ser una persona
madura que no es empujada por sus propios estados de necesidad egóicos.
Esos estados producen interferencias entre lo que pienso,
siento, hablo y ejerzo; se produce una falta de alineamiento personal que
genera conflicto y falta de coherencia (interna y externa).
Las aulas son focos de conflicto entre estados de necesidad
que se confrontan, luchan y se depredan mutuamente.
Lo que se necesita es un liderazgo de ejemplo de vida que
está por encima de esos estados de necesidad.
El liderazgo del docente está sostenido sobre la vocación de
servicio, por encima de cualquier necesidad de autorealización. Es dar sin
esperar a cambio, sin esperar resultados concretos.
El cambio no es exterior, es interior
Podemos estar implementando nuevas leyes, normativas reguladoras,
métodos, sistemas y modelos educativos, que siempre volveremos a esa sensación
que de fondo no ha cambiado nada. Porque no cambia el Ser del docente, no se
modifica su Presencia.
Los docentes fuimos alumnos que superaron las pruebas de un
determinado sistema educativo; es decir, nos adecuamos a él. Ese sistema es el
que se revela obsoleto ahora. Pero si no hay una revisión personal de los
patrones adquiridos en la infancia familiar y en la formación escolar y
académica estamos condenados a repetirlos.
La conflictividad que se vive en las aulas es reflejo del
estado de toda la sociedad; y se produce un mayor distanciamiento entre lo que
necesitan los alumnos y lo que aportan los docentes o la educación formal misma.
La estrategia es más disciplina, rigidez en espacios y horarios, planificación
y sobre exigencia de contenidos y pruebas evaluadoras.
Pero se nos olvida cambiar la mirada. Los docentes seguimos
idolatrando un sistema que nos habilitó, y parapetados en nuestro sistema de
creencias adquirido ni nos planteamos
que pueda haber otro más adecuado a lo que necesitan nuestros alumnos para ser
personas plenas y felices el día de mañana.
No sabemos hacer otra cosa y repetimos modelos que son
disfuncionales en todo el sistema educativo, desde el ministerio a las aulas,
pasando por la idea de educación que tienen las familias o la sociedad.
Una educación integrativa
Para que sean felices dentro de un tiempo los niños y
jóvenes han de ser felices ahora. La felicidad y el bienestar no se aplaza. O
se da ahora que son pequeños o no se dará nunca (a menos que se sanen las
heridas). Pero lo que veo en mis aulas son niños desconectados de sus
emociones, con poca capacidad para tramitarlas (sobre todo la frustración),
sobre exigidos en un sistema en el que no se sienten tenidos en cuenta como
personas.
Es como si nuestros alumnos sólo tuvieran cerebro. Pero
tienen cuerpo… y emociones… que son secundarios en el acto educativo. Un
ejemplo para a quien le parezca exagerado: seis horas sin poder moverse en el
pupitre, salidas al baño estrictas y controladas, no poder beber o comer salvo
en el recreo…
La celebración reciente de las Primeras Jornadas de
Innovación educativa del Noroeste Murciano en Cehegín ha permitido que muchos
docentes nos replanteemos aquello que “sabemos”, sintiendo esa inseguridad de
descubrir que hay mucho que no sabemos fuera de nuestra zona de confort
acostumbrada.
Afortunadamente podemos aprender, necesitamos aprender otras
cosas.
Pero sobre todo necesitamos desaprender mucho.
Y empecemos a plantearnos, al menos la posibilidad, de que
otra educación es posible. Una educación a la medida de las personas, de las
familias, alumnos, docentes y de la sociedad toda.
Evidencias que no se aplican
El “problema” de la educación no es distinto al “problema”
de la empresa, la política y la sociedad toda. El tiempo nos pide cambios,
nuevas maneras de entender; asumir y funcionar con nuevos paradigmas .
Desde hace más de 20 años estamos asistiendo a descubrimientos
en Neurociencias que revelan el funcionamiento de nuestro cerebro y de cómo
aprendemos. La relación entre emociones y aprendizaje es directo. Desde la
Psicología hay toda una revolución en marcha que indaga sobre cómo hacer de
nuestra vida un proyecto alegre, pleno y comprometido, con sentido a través de
la psicología humanista y la psicología positiva en todas sus ramas. El
coaching profesional es un acompañamiento para conseguir éxitos. ¿Por qué
seguimos sin aplicar estas investigaciones en el aula para mejorar cómo nos
sentimos en ellas y el ansiado rendimiento?
La educación es el campo que debería ir siempre a la
vanguardia, porque es la mayor contribución al avance de una sociedad que se
puede hacer.
Confundimos mucho la exigencia y la excelencia.
La excelencia no se puede exigir; se consigue cuando
proporcionamos las condiciones necesarias para que cada uno, alumnos y
docentes, den lo mejor de sí mismos voluntariamente, conscientemente,
comprometidos.
Nueva educación para nuevos retos
Nunca antes la humanidad ha tenido que afrontar problemas
tan globales y trascendentales como en la actualidad. El mundo es una aldea
global.
Conocemos los grandes problemas de la humanidad, sabemos sus
causas y cómo solucionarlos. Pero nos falta lo fundamental: cooperación,
entendimiento, empatía, sentido del bien común.
¿Cómo sería vivir eso en el aula, con alegría y positividad?
¿Cómo sería conectar los intereses de los alumnos con lo que
pasa en el aula?
¿Cómo sería llevar la vida misma al aula y no estar siempre
virtualizando o abstrayendo lo que aprenden los niños?
¿Y cómo sería salir del aula para explorar la vida?
¿Cómo sería conectar los conocimientos fragmentados de las
diversas áreas para aportar procesos cognitivos de orden superior a nuestros
alumnos?
Como docentes hay una pregunta esencial:
“¿Eres feliz en el aula? ¿Te lo pasas bien? ¿Disfrutas?”
Mientras sigamos creyendo que aprender cuesta mucho y que
enseñar es agotador mantenemos un viejo paradigma anacrónico que cada vez nos
debilita más.
No es que no haya problemas, que los hay y muchos. Pero
podemos concebir esos problemas como oportunidades para mejorar.
Desde la madurez hay que pasar de la queja a la creatividad.
Los docentes no nos sentimos escuchados, ni tenidos en
cuenta por el sistema educativo.
Curiosamente eso mismo es lo que solemos repetir en nuestra
relación con nuestros alumnos. Nos sentimos presionados y presionamos a su vez.
Olvidamos que el encuentro entre personas puede ser una
oportunidad para pasar del conflicto a la cooperación, a mirarnos a los ojos y
descubrir que todos compartimos ese anhelo profundo de ser felices y plenos.
Todos los seres humanos portamos ese anhelo, y hay que reconocerlo
en la escuela, hay que vivirlo en ella.
Instrucción no es educación
Los docentes no necesitamos más formación, necesitamos
conectar con nuestra propia sabiduría. Y eso mismo es lo que necesitan nuestros
alumnos.
Necesitamos conectar las capacidades intelectivas adquiridas
con la mirada compasiva de un corazón que es:
-
Presencia en el aula que nutre emocionalmente.
-
Mirada que enviste de grandeza al alumno y
refuerza su autoestima y concepto de sí mismo.
-
Liderazgo para afrontar los retos de la vida (no
los académicos) desde una relación horizontal y la cooperación entre iguales.
-
Acompañamiento para la germinación de los talentos,
capacidades y valores que ya porta el alumno internamente.
Sólo así la educación puede pasar de ser mera instrucción
que introduce en los alumnos un conocimiento ajeno, a una herramienta para revelar
los tesoros internos, aportar sentido, significado, madurez y plenitud; para
que nuestros niños y jóvenes puedan construir un futuro acorde para todos,
conectando con sus propias potencialidades, con su propia sabiduría interior.
Así las aulas pueden convertirse en espacios donde docentes
y alumnos disfruten descubriendo lo mejor que tienen ya dentro de sí mismos y
celebrarlo, ponerlo en valor para mejorar el mundo.
Y esto mismo se puede aplicar a los padres en el liderazgo
familiar. Ya no sirve el sistema de creencias y los métodos con los que fuimos
criados nosotros. La sociedad y el mundo han cambiado tan rápido que hemos de
formarnos y aprender, para que el ser padres no sea una carga que padecer, sino
una alegría que vivir en el hogar, como centro nutricio emocionalmente que acoge
niños felices al mundo cuyas alas no se podrán cortar, porque han venido con la
promesa de cambiarnos a todos y cambiar el mundo tal y como lo conocemos.
Reconocer y apoyar una necesaria educación
Si queremos respetar y apoyar a los docentes en una
necesaria revolución respetuosa para una educación que no corte las alas del
futuro podemos:
-
Reconocer nuestro valor como padres y reconocer
la dedicación de los docentes. Reconocerse y apoyarse.
-
Como sociedad valorar el papel de los padres y
docentes, regulando para permitir tiempo de calidad entre padres e hijos.
-
Las familias han de ser puestas en valor de toda
la comunidad. Su bienestar es el de todos.
-
No sólo recordar los deberes, también garantizar
los derechos.
-
Aligerar la presión académica para cumplir
determinados objetivos.
-
Hacer más lento el tiempo del aprendizaje. Se
impartirán menos contenidos pero se aprenderán para toda la vida desde la
experimentación y la vivencia, desarrollando procesos cognitivos más complejos
y ricos.
-
Favorecer la convivencia respetuosa y reconocer
la diversidad, apoyando para que los centros educativos sean gestantes de
relaciones humanas sanas cuya moneda de cambio sea el respeto y la cooperación.
-
Procurar espacios adecuados para el juego
creativo y la exploración.
-
Permitir el error en el aprendizaje, alentar el
atrevimiento.
-
Evitar
imponer en educación sistemas basados en otros objetivos y valores que no sea
el desarrollo integral de nuestros niños y jóvenes, su felicidad; por encima de
intereses políticos o económicos.
No cortemos esas alas en nuestras casas ni en nuestras
aulas, dejémoslas volar respetuosamente. Veamos en los ojos de nuestros alumnos
el brillo y la belleza de esas promesas que están por venir al mundo. Ellos no han venido a repetir esquemas, han venido a crear otros nuevos y necesarios.
En mi aula tengo puesta una frase que me sigue inspirando cada día desde que empecé esta aventura de Ser docente. Nunca imaginé que yo iba a ser el que más aprende en el aula.
"Un espíritu libre no debe aprender como esclavo". Roberto Rosellini.